El llegó
en tiempo de guerra,
de las olas tocando la tierra
y también él desembarcó su humanidad.
Ella vió
sus ojos profundos
de quien vive
soñando otro mundo
y de él se enamoró.
Se sintió
muy cerca del cielo
y subir sin alas en vuelo,
porque él su mano al fín a ella le dió.
Esa noche mojó su felicidad
con dulcísimas lágrimas
que dejó en el mar hundirse
y la sal con sal unirse.
Sí,
le decía así:
“tú eres el amor mío
y toda mi vida te daré”.
Y é,l
respondía él:
“yo tengo una piedra pequeña aquí
para construir paz donde no hay y así,
yo la llevaré
donde me llevará
esta esperanza inmensa
que no me abandonará.
Yo la llevaré
aunque sé que pesará,
piedra pequeña
quizás un día se posará”.
El se fué porque su camino
era el viento
que sigue el destino,
y se fué roto el corazón sin ella ya.
Esa noche llegó hasta el cielo
el aliento que ella lanzó,
como grito que se abre
devolviéndole su nombre.